No puedo conseguir cambiar, ni corregir, lo que me corre en las venas.

[Boone Phelps]

La rubia andaba más que perdida por esos largos e interminables pasillos. Todo estaba oscuro, y ella se encontraba en la plena penumbra. Eran alrededor de las 2 de la mañana. La pequeña Kaulitz vestía su fina camisola color salmón, la cual resaltaba sus voluptuosos labios pintados de un rojizo oscuro. En aquel instante, ella sabía que debía estar acostada en su cama, en el dormitorio que compartía con su "hermana", o media hermana, o lo que sea. Su padre le debía serias explicaciones con respecto a ese tema, pero por ahora debía dejar todo aquello en el pasado.
Pero no, no podía dormir. Había pasado una hora desde que había llegado de la fiesta que habían dado los D'Shauntèe, la cual le había resultado bastante aburrida a pesar de haberse tomado la vida. Pero nunca era nada lindo ver a su ex.

Se apoyó contra una pared y comenzó a tantear algún interruptor de luz, pero al tocar una perilla primero, la giró y pasó por la puerta, entrando así al primer salón o habitación que encontró. No reconoció el lugar, pero no le dió mucha importancia; solo se acercó a un escritorio y se sentó allí.

Era por demás sabido para todos los habitantes de la vieja academia Thomas Kaulitz, que el joven Boone Phelps -'soltero más codiciado' le gusta que lo llamen- salía a ensayar sus escenas de noche, o bien entrada la madrugada. ¿El por qué? Odia ser interrumpido, espiado, y que eso lleve a que lo corrijan o reprochen. Por eso ha conseguido hasta permiso para tener la sala de teatro para él solo a esas horas, y expandirse a su gusto y placer.

Y detrás de bambalinas, hace diez minutos que está practicando la misma línea. No le encuentra la forma, no se halla con el personaje que le ha tocado para aquella obra que él mismo ha escogido para hacer en dos semanas, frente a todos. Chasquea la lengua, y deja escapar un par de palabras poco apropiadas, sólo entre dientes. Se sabe solo allí pero, igualmente, no le gusta blasfemar.

Suspira pesadamente, y vuelve a empezar.

Cerró los ojos por un momento, perdiendo la noción del tiempo. No sabe cuánto estuvo vagando por su cabeza, llevando su imaginación al infinito y más allá; pero si supo cuánto costó que abriera los ojos y se sobresaltara al oír blasfemias provenientes del fondo del aula de teatro.

Giró en redondo, sentada sobre el escritorio. Sus ojos se clavaron en una pequeña luz que dejaba ver la figura de un muchacho en la pared. ¿Quién podría estar allí adentro, en esas altas horas de la madrugada? Claro, con excepción de ella. Dudó por unos segundos si acercarse o no, pero como siempre, la curiosidad le ganó.

Se puso de pie y caminó sigilosamente hasta el fondo, escuchando cada vez más de forma más clara los insultos, de una voz que le sonaba particularmente conocida. Y hubiera sabido a quién pertenecía esa voz, sino fuera porque se quedó paralizada en su lugar al callarse la voz.

Reconoció al instante a Boone Phelps, el hermano de la mejor amiga de la rubia. No sólo porque conocía al morocho de pies a cabeza, sino por aquella voz tan especial que salía de sus labios. Había estado "enganchada" con él cuando pequeños, ya que Shiloh tantas veces la molestaba con aquello a pesar de no ser verdad. Pero eran pequeños y compartían gustos en muchas cosas. Y cómo si fuera poco, ahora él estaba interpretando el diálogo de una de sus películas favoritas: Rocky Balboa ♥.

-Y no puedes estar diciendo que no estás donde querías llegar por culpa de él, de ella, ni de nadie-prosiguió sin más Ashley, sin darse cuenta que podría haberle dado un buen susto a su amigo estando detrás de él, si él aún seguía creyendo que estaba solo. Se sabía el diálogo de memoria, más aún esa escena.

Sonrió cual niña, sonrojada cuando Boone se volteó

Hay que admitir que el castaño ya tenía en si la sensación de que no se encontraba solo en aquella aula de teatro, pero igualmente, mostró un leve sobresalto al oir aquella voz que continuaba con su línea de diálogo. Sin voltear, carraspea y la continúa.

- Eso lo hacen los cobardes y tú no lo eres. Tú eres capaz de todo - musita con su voz entremezclada con severidad y suavidad. Ladea el rostro, tan sólo para enfocar sus claros ojos en Ashley. - No es de la mejor educación interrumpir las prácticas de los demás, más cuando es casi obvio que quieres sabotearlos - comenta con tranquilidad, ahogando una sonrisa en su rostro cuasi pálido a aquellas horas.

Se queda tan sólo mirándola, invitándola a defenderse ahora.

La pequeña rubia no se mueve cuando Boone continúa el diálogo, terminándolo de una manera tan perfecta y metida en el personaje, que si ella fuese la directora de aquella obra, le daría el personaje de Rocky.

Esboza una pequeña sonrisa cuál niña cuando siente los ojos del joven Phelps en los suyos. Un atisbo de perversidad se deja ver en su sonrisa, pero no abre la boca hasta que Boone la acusa de espiarlo.

-Créeme que el papel de un hombre de unos cincuenta y pico de años no se adaptaría tanto a mi persona.-explica tranquila, sin dejar de mostrar sus perfectos dientes. - Además, debo admitir que ni en un millón de años podría interpretarlo como tú. Como dije una vez hace años, tienes un don especial.-A pesar de que el ego de Boone Phelps aumentaba cada vez que Ashley le decía algo, ella no podía dejar de hacerlo; parecía que él fuese su hermano menor y a ella le encantara ser sincera, y mimarlo o subirle aun más el ego con sus comentarios.

El rostro de la rubia se torna de un color casi pálido a un rosado-rojizo. ¿Había dicho que odiaba cuando Boone Phelps actuaba de...esa manera? ¿No? Bueno, ahora no hacía falta decirlo. El sonrojarse con su amigo era algo inevitable, y más aún cuando él tenía la manía de tratarla com si fueran algo. Se había fijado en las muchas miradas de jóvenes celosas por la relación que ambos amigos tenían, pero jamás le había prestado mucha atención.

-Pero no tan perfecto como mua.-responde cuando recupera el habla, volviendo a esbozar una tierna sonrisa. Da unos pasos al costado para sentarse sobre uno de los bancos, y deja el lugar para que Boone hiciera lo mismo-¿Cuándo tienes la audición?.-pregunta la rubia, sin alejar los ojos del moreno.

Un "lo sé" se le escapa de sus labios, sin quererlo. Pero como a Boone se le subía el ego cuando se encontraba Ashley con él, a la pequeña rubia le sucedía exactamente lo mismo. Difícil de creer lo que el hermano de Shiloh producía en ella.

-Lo obtendrás.-lo corrige, firma, segura.-De seguro no hay nadie más perfecto que tú para el papel. Además...Puedo encargarme de la competencia.-murmura la rubia, haciéndole ojitos al moreno. No era por ponerlo celoso, porque ella era la que se ponía celosa de él, y él no de ella; sino que era porque la rubia daría lo que fuera por Shiloh, y por Boone.

Ash cruza sus piernas, acomodando su camisola sobre sus piernas. No era que así le taparan mucho, pero al menos no dejaba entrever nada.

Sin estar todavía cómoda por su posición, levanta las piernas con delicadez y se acuesta sobre todo el banco, descansando su cabeza sobre las piernas de Boone. Sí, cómoda le decían a la pequeña rubia.

-No, no tengo nada de nada.-responde, pasando por alto la objeción por parte del moreno. Ahora que se ponía a pensar en eso, era algo bastante feo. Tenía 22 años y no estaba pensando en su futuro; claro que con todo lo que pasó, el futuro parecía algo sumamente mínimo. Pero ahora era importante. -¿No quieres ayudarme a conseguir uno? Podría perfectamente hacer de Little Marie.-sugiere, hablando de aquella vieja amiga de Rocky.

Cierra los ojos, sintiendo un suave mareo a causa del alcohol. Debía anotarse en algún lado que, cuando tomaba de más, debía volver a la academia y encerrarse en su habitación, y no salir hasta que el estado alcohólico y la resaca se le pasaran.

Baja la vista hacia ella, mirándola en silencio. La oye hablar, pero no emite comentario alguno. Si ella no se esforzaba por sus estudios él no le diría nada más. Ya se había cansado de ir en contra de la corriente Ashley, a decir verdad. - Sí, podrías - le responde sin más, con una vaga sonrisa en su rostro.

Lleva una de sus manos al cabello rubio, entremezclando sus dedos en un mechón, jugando allí distraídamente. Sí, vuelve a quedarse en silencio, pensativo. Está justamente recordando la primera vez que vio a la chica, cuando era un crío. Que tiempos.

Suspira con tranquilidad, sumiéndose en lo que parecía una nube de sueño al quedarse ambos callados. La rubia está más que complacida por las caricias de su amigo. Quizás, con menos alcohol encima, y si hubiera sido otra persona, hubiera objetado con alguna u otra palabra. Pero, tomada o no, era Boone, después de todo.

-Estás raro.-susurra, sin abrir sus ojos. Es más, hasta está encantada de estar así como están; momentos así siempre eran bienvenidos para la rubia. No quería arruinar aquella tranquilidad diciéndole que estaba "raro", ya que en caso, sería viceversa. Pero lo notaba más...¿atento?